Es tiempo ya de que los
pueblos hagan oír su voz, buscando su derecho a tener un futuro. Para
que las nuevas generaciones puedan tener un mundo y para que ese mundo
sea mejor que el actual, las voces de todos deben unirse. Si la amenaza
es global, deberá empezar a haber respuestas globales también. Los
pueblos deberán hacerse oír por sus gobiernos, pero también se plantea
ya la necesidad de formas de acción y expresión internacionales en la
búsqueda de la paz. Es el momento de acciones coordinadas entre los
países, para hacer frente a la gran amenaza común. Es tiempo de tomar
iniciativas para cooperar en la formación de un mundo nuevo. Ha llegado
el momento de lanzar una Marcha Mundial por la Paz y la No-violencia.
Por supuesto que la máxima
prioridad es la retirada de todo ejército invasor y el envío de ayuda
para paliar en lo posible el desastre humano que han producido las
incalificables intervenciones armadas contra la población civil en toda
la zona afectada. Un acuerdo entre los estados beligerantes y las
autoridades locales que estaban funcionando, debería abrir un período
de reasentamiento de la población y de reconstrucción de la
convivencia. Una fuerza internacional de paz, procedente de países
fehacientemente neutrales, debería mantener un corredor de seguridad
hasta que la dinámica de los acontecimientos hiciera posible una fluida
interacción con los territorios vecinos. Sería posteriormente a ese
período, de reconstrucción de la sociedad civil y las relaciones
vecinales, que sería posible una definición de soberanía o de
integración territorial en alguna de las opciones que el ordenamiento
internacional permite.
ANÁLISIS DEL
CONFLICTO
La actual situación de
confrontación bélica en Georgia y Osetia del Sur, vuelve a traer a la
actualidad un conflicto en el cual se barajan aspiraciones
independentistas. Esta vez, se invierten los papeles y aquellos que
legitimaban la independencia de Kosovo, ahora son partidarios de que
Georgia resuelva sus conflictos internos, mientras los que entonces
eran partidarios de la integración, ahora se ubican en la posición
contraria. Este tipo de alternancias en la interpretación de la
legitimidad internacional, según los intereses subyacentes, comienza a
ser demasiado habitual para que los argumentos de unos y otros sean
creíbles.
Una vez más, la convivencia
de los pueblos se ha visto alterada y rota por los intereses de las
grandes potencias y los poderes económicos. La organización de los
países mediante la estructura política de los Estados Nacionales,
heredada del Siglo XX, se manifiesta nuevamente insuficiente e
inadecuada para dar cabida a las variadas situaciones internas de las
poblaciones. Lejos de adecuarse a las necesidades de los pueblos, estas
estructuras se manifiestan como instrumentos al servicio de los poderes
transnacionales, para dividir y enfrentar poblaciones, en función de
intereses que les son ajenos. Un mundo nuevo se está gestando, donde a
las herencias históricas sin resolver se le suman los cambios, fruto de
la movilidad demográfica y las nuevas aspiraciones identitarias en
construcción todavía.
Todo el llamado orden
internacional pierde credibilidad, cuando la formación y reconocimiento
de nuevos estados independientes se establece de acuerdo a pulsos de
poder entre facciones de superpotencias y alianzas estratégicas por el
control de los recursos. Así se ha demostrado recientemente en el
Cáucaso, en los Balcanes y en los intentos secesionistas de
Latinoamérica, donde el juego entre fuerzas económicas y militares ha
establecido (o ha intentado establecer) la legitimidad de nuevos
Estados, por encima de los sentimientos de pertenencia o de identidad
cultural de pueblos y etnias. La crispación se impone por encima de los
deseos de convivencia pacíficos y las oportunidades de construcción
consensuada son derribadas por aquellos que aspiran al máximo control
geoestratégico y que amenazan con llevar nuestro mundo a la catástrofe.
En el caso de Osetia del
Sur, es un derecho de la población y es una responsabilidad de la
comunidad internacional, que se les permita y se les facilite la
oportunidad de construir su propia entidad nacional en acuerdo entre
etnias de trayectoria confluyente y cuyo recorrido histórico en
conjunto se estaba desarrollando por los cauces de la inter-relación
y el consenso.
En cuanto a la dinámica de
las grandes potencias, USA y Rusia han demostrado otra vez su desprecio
por la legalidad y las reglas del juego internacionales, cuando se
trata de asegurar sus intereses estratégicos en cuanto a control
militar, acceso a los recursos energéticos y defensa de los intereses
económicos de los grupos transnacionales que actúan detrás de los
Estados. En esta ocasión, es Rusia la que ha transgredido claramente
los límites formales de las fronteras establecidas entre estados
soberanos reconocidos. No ha hecho sino responder a la provocación de
USA y la OTAN, que estaban detrás de la última ofensiva georgiana. La
Unión Europea ha presentado un plan de paz aceptable para Moscú y que
diera una salida al conflicto. La presión de Washington no ha hecho
avanzar más allá a la UE, demasiado cercana a Rusia geográficamente
para aceptar involucrarse en una nueva escalada de plano de la
confrontación bélica y demasiado dependiente energéticamente para
llevar las tensiones diplomáticas a una situación insostenible. El área
geográfica sobre la que se está disputando, con todo y ser tan
apetecible para los intereses yanquis por su gran valor estratégico y
económico, es demasiado sensible como para que Europa no se mueva con
pies de plomo.
Probablemente, por esta
vez, no se vaya más allá en la implicación directa de las potencias que
tienen suficiente capacidad para destruir varias veces nuestro planeta.
Pero su irresponsabilidad queda nuevamente manifiesta, cuando no dejan
de incrementar poco a poco los niveles de tensión acumulada en
diferentes zonas del mundo. La búsqueda de la hegemonía y el control de
los recursos, así como el beneficio inmediato de las transnacionales
que animan sus movimientos y en función de sus intereses, no plantean
en última instancia más que dos opciones: el control total de los
recursos del mundo por una facción, o el desastre total que puede
desencadenarse en alguno de los pulsos de poder parciales que se
producen. No es casualidad que pocos días antes Polonia haya aceptado
alojar una base antibalística americana, hecho nuevamente denunciado
por Rusia y que tampoco es independiente de las maniobras yanquis para
instalar sus radares en la República Checa, la invitación a Ucrania
para integrarse en la OTAN o los proyectos de bases norteamericanas en
el Báltico. No es de extrañar que militares rusos se declaren
partidarios de utilizar armas nucleares contra sus antiguos aliados, o
se filtren a la prensa proyectos de dotar con armamento atómico
submarinos en el Báltico. USA y la OTAN están estrechando el cerco
sobre su antiguo rival soviético y aproximándose al nuevo competidor
chino. Podría ser conveniente para los intereses americanos que hubiera
una conflagración, nuclear o no, limitada a territorio europeo, con lo
cual se barrían varios competidores a su hegemonía económica, hoy en
entredicho. Por ello es fácil constatar que están elevando los niveles
de tensión y llevando al límite las provocaciones que puedan producir
detonaciones en zonas relativamente alejadas.
Ya no solamente son
ilegítimas estas maniobras en que se están utilizando a otros pueblos y
estados como agentes intermedios, expuestos directamente una
destrucción más o menos parcial. Se trata de que la carga de tensiones
repartidas por el globo aumenta de año en año y el riesgo que corren
las poblaciones también. Toda la especie está en riesgo creciente de
desastre, por que en cualquier momento puede haber una escalada fuera
de control o un agente intermedio que fuerce más allá de un posible
punto de retorno.
El único elemento disuasorio para hacer frente a este avance de las
superpotencias es la integración de los pueblos y las naciones en
regiones cohesionadas cuyo potencial sea comparable. Europa debería
reaccionar de forma consciente, en lugar de abandonarse en el seno de
la OTAN, como secuaz y posible carne de cañón de las iniciativas de USA
y construir una verdadera Unión Europea capaz de plantarles cara
militar y económicamente. Las divisiones internas y los planteamientos
nacionalistas mezquinos deben ser superados, como se debe pasar por
encima del anacrónico concepto del Estado nacional que impide la
construcción de nuevas superestructuras más flexibles. Los continentes
de África y América del Sur deberían a su vez acelerar sus procesos de
unificación para recuperar la ventaja histórica que hoy tienen perdida
frente a los norteamericanos. Un mundo multipolar y equilibrado sería
un buen punto de partida para una construcción común basada en el mutuo
respeto y no en el abuso sistemático.
ANTECEDENTES DE LA CRISIS
Durante siglos, la población de Osetia del Sur
ha convivido pacíficamente, salvo breves períodos de inestabilidad,
producidos por tensiones externas.
Así fue entre 1918 y 1920. Entonces, las
confrontaciones entre bolcheviques rusos y mencheviques georgianos
condujeron a diversas revueltas, que finalizaron en 1922, tras el
triunfo de los primeros y la formación de la URSS. Stalin decretó el
establecimiento de la Región Autónoma de Osetia del Sur, con capital en
la ciudad de Tsjinvali, entonces de mayoría étnica georgiana, dentro de
la República Socialista Soviética de Georgia.
La relación entre la etnia de origen oseto-ruso
y la georgiana (66% y 30% de la población respectivamente), con
abundante interacción y mezclas, fue mucho mejor que en otras regiones
caucasianas, donde la diversidad cultural y religiosa produjo repetidas
fricciones a lo largo del siglo XX. El tablero de ajedrez de
poblaciones con predominio de unos y otros funcionó como marco de una
convivencia sin problemas por décadas.
Entre 1989 y 1991, el nacionalismo georgiano,
tendente a una emancipación respecto de la URSS, es contestado por un
antagónico nacionalismo oseto pro-soviético. Hay entonces una escalada
de incidentes que condujeron a la presencia de supuestas fuerzas de paz
rusas en el territorio, que luego resultaron crecientemente implicadas,
cuando el conflicto subió de grado durante 1991 y 1992, tras la
formalización como estado independiente de la República de Georgia y el
primer referéndum independentista en Osetia. Finalmente, ante la
creciente presión de Rusia sobre Georgia, se firmó un cese de
hostilidades que habría de ser supervisado por una fuerza de paz
conjunta integrada por osetos, rusos y georgianos y con una misión
permanente de la OSCE.
En 1996, bajo los auspicios del entonces
presidente de Georgia, Edvard Shevarnadze, se produjo el mayor avance
pacificador, con la firma de un memorándum de medidas para la
seguridad y la confianza mutuas entre ambos gobiernos, central y
autónomo. Esto fue seguido de reasentamientos de refugiados en la zona
y otras formas de cooperación entre ambas etnias para la reconstrucción
de las infraestructuras. Un clima de distensión favoreció la tímida
recuperación económica y la reactivación de la sociedad civil por
varios años más.
SITUACION RECIENTE Y ACTUAL
Tras la Revolución Rosa de 2003, financiada por
el multimillonario estadounidense George Soros y apoyada políticamente
por Washington, llegó al poder en Georgia el pro-occidental Mijeíl
Saakashvili, abogado formado en USA y claramente direccionado hacia la
integración de Georgia en la OTAN. Este gobierno, comprometido con la
llamada Guerra al terrorismo envió su ejército a Irak, hasta el punto
de ser el tercer país extranjero en presencia militar, para recibir en
contrapartida abundante material bélico de alta tecnología, junto con
asesores militares de Israel y USA.
Por la parte oseta, durante la presencia de las
fuerzas de paz rusas, se procedió a la formación de un ejército
regular propio y se celebraron elecciones presidenciales, obviamente
impugnadas desde Tiflis, que dejaron en el poder, en 2001, a Eduard
Kokoiti. Gran parte de la población oseta recibió pasaportes que les
acreditaban también como ciudadanos rusos.
De hecho, parte de la región estaba bajo el
control de Georgia, mientras la mayoría del territorio estaba
controlado por fuerzas osetas, que fueron además reforzadas por
voluntarios rusos, tras el pronunciamiento de la Duma en apoyo al
gobierno de Kokoiti, frente a las que preveían como inminentes
agresiones georgianas.
En este trasfondo de tensión creciente, se
celebraron en 2005 nuevas conversaciones, al amparo de la Asamblea
Parlamentaria del Consejo Europeo en Estrasburgo, donde Saakashvili
propuso (tal vez algo tarde) nuevas formas de integración a la región
autónoma oseta dentro del Estado Georgiano y un plan de pacificación
para tres años con participación de fuerzas policiales conjuntas y bajo
supervisión internacional. Este plan no tuvo eco en la otra parte y en
2006 hubo una nueva escalada en escaramuzas y agresiones. Osetia del
Sur abrió fuego contra un helicóptero donde viajaba el Ministro de
Defensa georgiano, poco después denunció haber desarticulado comandos
georgianos que planeaban acciones de boicot y convocó un nuevo
referéndum por la independencia ese año. Por su parte, desde Tiflis se
impulsaron elecciones en la parte del territorio controlada por
Georgia, de donde salió un Presidente alternativo para la región,
Dmitry Sanakoyev, que fue apoyado por Saakashvili en detrimento de
Kokoiti.
Ninguno de ambos presidentes fue reconocido
internacionalmente, como no había sido reconocido el referéndum
independentista, en el que no había participado la población de etnia
georgiana.
Nuevos incidentes y choques se fueron alternando in crescendo entre
ambas facciones durante 2007, llevando la tensión a los ámbitos
internacionales. Observadores de la OTAN invitados por Georgia
denunciaron violaciones del espacio aéreo a cargo de aviones rusos.
Nuevos incidentes y acusaciones mutuas se sucedieron en 2008, sin que
observadores europeos invitados pudieran establecer quien era
responsable de iniciar el fuego en cada caso.
Simultáneamente, Moscú reconoce violaciones del
espacio aéreo georgiano y haber enviado efectivos a Osetia del Sur para
ayudar en la defensa frente a un ataque georgiano. Por su parte, USA
promete públicamente al gobierno de Tiflis pleno apoyo de la OTAN para
resolver sus problemas en Abjasia y en Osetia del Sur, como parte del
proceso de integración de su país en la Alianza Atlántica. Altercados
diplomáticos y acusaciones mutuas se suceden mientras maniobras
militares de Rusia y de la OTAN se celebran en las cercanías de la zona
y el ejército georgiano recupera sus contingentes desplazados en Irak
para reforzar la frontera con Osetia.
Durante los primeros días de Agosto, los
intercambios de fuego entre las zonas controladas por ambos bandos se
suceden. El gobierno de Tiflis decreta un cese del fuego unilateral,
para proceder a las pocas horas a una ofensiva militar a gran escala,
el día 7, coincidiendo con la inauguración de los JJOO de Pekín.
Formalmente presentada como una acción de restablecimiento del orden
constitucional, la campaña de destrucción masiva sobre la capital
Tsjinvali y el territorio controlado por fuerzas osetas y rusas,
presenta unas características propias de una operación de castigo y
exterminio sobre la población civil, estimándose en hasta 2.000 muertos
y 30.000 desplazados el primer coste humano de la confrontación. El día
8, Rusia responde con una acción, también a gran escala pero con un
potencial netamente superior, haciendo retroceder en los días
posteriores al ejército georgiano y continuando la ofensiva, más allá
de las fronteras de la región autónoma, pasando a dominar y controlar
territorios y ciudades de Georgia. Nuevas escaramuzas bélicas entre
fuerzas rusas y georgianas tuvieron lugar también en el Mar Caspio y en
la región autónoma de Abjasia.
Por iniciativa de la UE, un acuerdo de paz ha
sido firmado entre Georgia y Rusia, por sus respectivos presidentes,
Medvedev y Saakashvili, si bien no hay acuerdo en cuanto a los plazos
de cumplimiento de detalles como la retirada de los respectivos
ejércitos y otros matices en la aplicación del tratado. El intercambio
de acusaciones entre USA y la Federación Rusa ha llevado al máximo
nivel internacional la escalada de tensiones, similar a los tiempos de
la Guerra Fría. La diferencia es que ahora solamente uno de los bandos
está en posición aparente de cercar al otro y esto puede ser mucho más
peligroso para todos.