Eduardo
Galeano
La
Jiribilla
Un país bombardea dos
países. La impunidad podría resultar asombrosa si no fuera costumbre. Algunas
tímidas protestas dicen que hubo errores. ¿Hasta cuándo los horrores se seguirán
llamando errores?
Esta carnicería de civiles se desató a partir del
secuestro de un soldado. ¿Hasta cuándo el secuestro de un soldado israelí podrá
justificar el secuestro de la soberanía palestina? ¿Hasta cuándo el secuestro de
dos soldados israelíes podrá justificar el secuestro del Líbano
entero?
La cacería de judíos fue, durante siglos, el deporte preferido de
los europeos. En Auschwitz desembocó un antiguo río de espantos, que había
atravesado toda Europa. ¿Hasta cuándo seguirán los palestinos y otros árabes
pagando crímenes que no cometieron?
Hezbollá no existía cuando Israel
arrasó el Líbano en sus invasiones anteriores. ¿Hasta cuándo nos seguiremos
creyendo el cuento del agresor agredido, que practica el terrorismo porque tiene
derecho a defenderse del terrorismo?
Iraq, Afganistán, Palestina, Líbano…
¿Hasta cuándo se podrá seguir exterminando países impunemente?
Las
torturas de Abu Ghraib, que han despertado cierto malestar universal, no tienen
nada de nuevo para nosotros, los latinoamericanos. Nuestros militares
aprendieron esas técnicas de interrogatorio en la Escuela de las Américas, que
ahora perdió el nombre pero no las mañas. ¿Hasta cuándo seguiremos aceptando que
la tortura se siga legitimando, como hizo la Corte Suprema de Israel, en nombre
de la legítima defensa de la patria?
Israel ha desoído cuarenta y seis
recomendaciones de la Asamblea General y de otros organismos de las Naciones
Unidas. ¿Hasta cuándo el gobierno israelí seguirá ejerciendo el privilegio de
ser sordo?
Las Naciones Unidas recomiendan pero no deciden. Cuando
deciden, la Casa Blanca impide que decidan, porque tiene derecho de veto. La
Casa Blanca ha vetado, en el Consejo de Seguridad, cuarenta resoluciones que
condenaban a Israel. ¿Hasta cuándo las Naciones Unidas seguirán actuando como si
fueran otro nombre de los EE.UU.?
Desde que los palestinos fueron
desalojados de sus casas y despojados de sus tierras, mucha sangre ha corrido.
¿Hasta cuándo seguirá corriendo la sangre para que la fuerza justifique lo que
el derecho niega?
La historia se repite, día tras día, año tras año, y un
israelí muere por cada diez árabes que mueren. ¿Hasta cuándo seguirá valiendo
diez veces más la vida de cada israelí?
En proporción a la población, los
cincuenta mil civiles, en su mayoría mujeres y niños, muertos en Iraq, equivalen
a ochocientos mil estadounidenses. ¿Hasta cuándo seguiremos aceptando, como si
fuera costumbre, la matanza de iraquíes, en una guerra ciega que ha olvidado sus
pretextos? ¿Hasta cuándo seguirá siendo normal que los vivos y los muertos sean
de primera, segunda, tercera o cuarta categoría?
Irán está desarrollando
la energía nuclear. ¿Hasta cuándo seguiremos creyendo que eso basta para probar
que un país es un peligro para la humanidad? A la llamada comunidad
internacional no la angustia para nada el hecho de que Israel tenga doscientas
cincuenta bombas atómicas, aunque es un país que vive al borde de un ataque de
nervios. ¿Quién maneja el peligrosímetro universal? ¿Habrá sido Irán el país que
arrojó las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki?
En la era de la
globalización, el derecho de presión puede más que el derecho de expresión. Para
justificar la ilegal ocupación de tierras palestinas, la guerra se llama paz.
Los israelíes son patriotas y los palestinos son terroristas, y los terroristas
siembran la alarma universal.
¿Hasta cuándo los medios de comunicación
seguirán siendo miedos de comunicación?
Esta matanza de ahora, que no es
la primera ni será, me temo, la última, ¿ocurre en silencio? ¿Está mudo el
mundo? ¿Hasta cuándo seguirán sonando en campana de palo las voces de la
indignación?
Estos bombardeos matan niños: más de un tercio de las
víctimas, no menos de la mitad. Quienes se atreven a denunciarlo son acusados de
antisemitismo. ¿Hasta cuándo seguiremos siendo antisemitas los críticos de los
crímenes del terrorismo de estado? ¿Hasta cuándo aceptaremos esa extorsión? ¿Son
antisemitas los judíos horrorizados por lo que se hace en su nombre? ¿Son
antisemitas los árabes, tan semitas como los judíos? ¿Acaso no hay voces árabes
que defienden la patria palestina y repudian el manicomio fundamentalista?
Los terroristas se parecen entre sí: los terroristas de estado,
respetables hombres de gobierno, y los terroristas privados, que son locos
sueltos o locos organizados desde los tiempos de la guerra fría contra el
totalitarismo comunista. Y todos actúan en nombre de Dios, así se llame Dios o
Alá o Jehová. ¿Hasta cuándo seguiremos ignorando que todos los terrorismos
desprecian la vida humana y que todos se alimentan mutuamente? ¿No es evidente
que en esta guerra entre Israel y Hezbollá son civiles, libaneses, palestinos,
israelíes, quienes ponen los muertos? ¿No es evidente que las guerras de
Afganistán y de Iraq y las invasiones de Gaza y del Líbano son incubadoras del
odio, que fabrican fanáticos en serie?
Somos la única especie animal
especializada en el exterminio mutuo. Destinamos dos mil quinientos millones de
dólares, cada día, a los gastos militares. La miseria y la guerra son hijas del
mismo papá: como algunos dioses crueles, come a los vivos y a los muertos.
¿Hasta cuándo seguiremos aceptando que este mundo enamorado de la muerte es
nuestro único mundo posible?
http://www.lajiribilla.cu/2006/n273_07/273_15.html