12 de Julio, 2006
SANTIAGO Manifestación por Palestina. Por favor difundir.
Amigos
Todos:
Ante la grave situación humanitaria en la Franja de Gaza y la Margen
Occidental provocada por la brutal agresión por parte del Estado de Israel
contra la población civil Palestina, hacemos un llamado a nuestra comunidad, a
los partidos políticos, a las organizaciones de derechos humanos y a todos los
amantes de la paz basada en la justicia y el derecho internacional a una
manifestación silenciosa de repudio y rechazo a la agresión israelí y de
solidaridad y apoyo irrestricto a los inalienables derechos nacionales del
Pueblo Palestino.
Este acto tendrá lugar el
día Sábado 15 de julio, 2006 entre 11:30 y 12:30 horas en la Plaza Italia de
Santiago.
Se solicita traer hattas y
banderas Palestinas.
COMUNIDAD
PALESTINA DE CHILE
Por
favor
difundir |
numero 85 escaner cultural - julio 2006
escaner cultural
Escáner Cultural
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Año 8/ Número 85/julio de 2006
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La revista se encuentra en:
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UNIvers(o)
INFORME: VISUALEYEZ, EDMONTON, CANADÁ,
2006
Por
Clemente Padín
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Arte y Tecnología
AGRICOLA DE COLOGNE
PIONERO ARTISTA MULTIMEDIAL
Por
yto.cl
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Signos Corrosivos
EDUARDO KAC: EN REALIDAD, TODOS SOMOS TRANSGÉNICOS 1/3
Desde México,
César Horacio Espinosa V.
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Ensayo
FORMAS ENTRE CIENCIA Y ARTE
Por: Patricia Tascón
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Transversales
BAUDRILLARD;
ALTERIDAD, SEDUCCIÓN Y SIMULACRO
Por Adolfo Vásquez Rocca
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Personajes
ALFONSINA STORNI
UNA PERLA DESPRENDIDA EN EL OCÉANO
Por: Alvaro Oliva
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Entrevista
RESERVAS DEL ARTE CONTEMPORANEO
NOTAS SOBRE EL LIBRO DE CECILIA VALDEZ:
PINTURA EN CHILE 1950 – 2006
Víctor Hugo Bravo
+ Klaudia Kemper
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Instalar ...La Acción
de la representación a la presentación
NOTA 09:
EL NO-MUSEO, LA INSTALACIÓN DE LA REALIDAD VIRTUAL
Desde Barcelona Alberto Caballero
notas 1995 - 2005
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TIME Twenty 21
GUANTÁNAMO,
TERROR DE CINCO ESTRELLAS
(La palabra es el último gabinete de la memoria)
La bóveda del juicio final.
La mujer es un paisaje
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Silvia Banfield
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Por el Camino de Cruces
HOMENAJE AL SUPERMAN DE LA ANTIPOESIA
Desde Panamá Rolando Gabrielli
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MARÍA LUISA BOMBAL
UNA ABEJA DE FUEGO CON AROMA A PÓLVORA
Desde Chile, Muñozcoloma
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Revelado
JULIO CÉSAR BARÓN Y LA MIRADA-ROSTRO
Desde Colombia, Ricardo Arcos-Palma
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Cine
NUEVE REINAS ESTÁN DE DUELO EN ARGENTINA
Desde Chile,
Víctor Hugo Ortega
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Desde Quebec
LOUIS MARION
ESCRITOR QUEBEQUENSE
ENTREVISTA
Por Claudio Rivera-Seguel
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Al Documentar
FIRA MAGICA
feria mágica. mail art, poesía visual y net art
Por César Reglero. España
columna: Marcela Rosen
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poemas visuales
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En el Camino
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OBRA “MALA IDEA” GANÓ CONCURSO DE ARTE ORGANIZADO POR BANCOESTADO
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Por Francisco Arroyo
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Cuento
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PERLA
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Poesía
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ALEJANDRO BANDA - Chile
Columna a cargo de
Marcela Rosen
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EL MUNDO SEGÚN GOOGLE. GOOGLE EARTH Y LA CREACIÓN DEL DISPOSITIVO GEOSEMÁNTICO GLOBAL
¿Cómo ves el mundo?
Te presentamos este
interesante artículo del sociólogo chileno Diego <http://inmediatez.blogspot.com> Cerda, quien viene
trabajando hace un tiempo algunos temas en torno de la filosofía politica y
la política estratégica.
EL MUNDO SEGÚN GOOGLE. GOOGLE EARTH Y LA
CREACIÓN DEL DISPOSITIVO GEOSEMÁNTICO GLOBAL
RESUMEN
El programa "Google Earth" que la empresa Google lanzó a
fines de junio de 2005 presenta un revolucionario salto en el entendimiento
de las interfases tradicionales, conocidas en la relación del usuario con
Internet. Planteamos que la herramienta desarrollada y presentada al mundo
tiene la capacidad de cambiar radicalmente la forma en que nos relacionamos
con la Internet, desde un espacio de interfase basada en la Web semántica
tradicional, caracterizada por diferentes modos de vinculación entre
contenidos e información en general, hacia una Web GeoSemántica basada en la
visualidad y cercanía físico-virtual del interoperador. En primer lugar
constituye una herramienta descomunal puesto que el espacio real del planeta
es tridimensionalizado (dimensión geoespacial) por medio de dispositivos
ópticos satelitales, y además es aumentado en su potencia informativa por
múltiples cubiertas (overlays) de información adicional cualitativa y
cuantitativa sobre las propiedades físicas general y por tanto cualidades
humanas del lugar, especialmente en ámbitos urbanos. La Web geosemántica
tiende a reconfigurar la manera en que nos ubicamos en espacios virtuales,
creando la posibilidad de establecer una correlación visual en tiempo real
del espacio físico en que existe determinado dato, página, nodo o
usuario.
Todo ello nos coloca sobre nuevos rieles en la veloz
carrera por el desarrollo de interfases cada vez más poderosas para el avance
de la inteligencia en general (conocimiento) y de la Inteligencia en
específico, allá donde la imaginación sigue siendo desafiada por el ingenio y
el emprendimiento.
Ver texto en extenso en:
*
http://geosemantica.gearth.googlepages.com
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EAF - Arte y Estado: La Revolución Argentina
EAF - Vª Temporada XV Ediciones ARTE Y ESTADO La
Revolución Argentina (1966-70)
N.B. Versión abreviada de "Capítulo 66: La
revolución argentina (1966-1973)" de "Historia general de las relaciones
exteriores de la República Argentina" (2000). Dirección: Andrés Cisneros y
Carlos Escudé. Versión completa: argentina-rree.com
Tras el
derrocamiento del gobierno radical de Arturo Illia el 28 de junio de 1966, se
abrió un nuevo período de gobiernos militares en la historia argentina,
denominado la “Revolución Argentina”, que culminó con el retorno del
peronismo al poder en 1973. Tres gestiones se repartieron este período: la
del general Juan Carlos Onganía (junio de 1966-junio de 1970), la del
general Marcelo Levingston (junio de 1970-marzo de 1971) y la del general
Alejandro Agustín Lanusse (marzo de 1971-mayo de 1973).
El
golpe fue justificado por sus ejecutores en las supuestas falencias de la
democracia liberal y en la existencia de una crisis integral:
(...)
la pésima conducción de los negocios públicos por el actual gobierno, como
culminación de muchos otros errores de los que le precedieron en las
últimas décadas, de fallas estructurales y de la aplicación de sistemas y
técnicas inadecuadas a las realidades contemporáneas, han provocado la
ruptura de la unidad espiritual del pueblo argentino, el desaliento y
el escepticismo generalizados, la apatía y la pérdida del sentir nacional,
el crónico deterioro de la vida económico-financiera, la quiebra del
principio de autoridad y una ausencia de orden y disciplina que
se traducen en hondas perturbaciones sociales y en un notorio
desconocimiento del derecho y de la justicia. Todo ello ha creado condiciones
propicias para una sutil y agresiva penetración marxista en todos
los campos de la vida nacional, y suscitado un clima que es favorable a
los desbordes extremistas y que pone a la Nación en peligro de caer ante el
avance del totalitarismo colectivista. Esta trágica realidad lleva
ineludiblemente a la conclusión de que las Fuerzas Armadas, en
cumplimiento de su misión de salvaguardar los más altos intereses de la
Nación, deben adoptar, de inmediato, las medidas conducentes a terminar con
este estado de cosas y encauzar definitivamente al país hacia la obtención
de sus grandes objetivos nacionales (...). (1)
En consecuencia, tras
el golpe de junio de 1966, el sistema democrático dejó su lugar a un
gobierno militar, que tuvo como objetivo expreso el de concretar cambios
de carácter estructural, a nivel socioeconómico, político, cultural y
tecnológico. De acuerdo con el objetivo general establecido en el Anexo 3
del Acta de la Revolución Argentina, el nuevo gobierno debía
(...)
Consolidar los valores espirituales, elevar el nivel cultural, educacional y
técnico; eliminar las causas profundas del actual estancamiento
económico, alcanzar adecuadas relaciones laborales, asegurar el bienestar
social y afianzar nuestra tradición espiritual basada en los ideales de
libertad y dignidad de la persona humana, que son patrimonio de la
civilización occidental y cristiana; como medios para restablecer una
auténtica democracia representativa en la que impere el orden dentro de
la ley, la justicia y el interés del bien común, todo ello para reencauzar
al país por el camino de su grandeza y proyectarlo hacia el exterior. (2)
Esta tarea estructural estuvo formalmente a cargo del general Juan
Carlos Onganía, líder de la facción “azul” del Ejército que venía
imponiéndose a la de los “colorados” desde 1962. Onganía exigió como
condición para asumir la presidencia que las fuerzas armadas volviesen a
sus tareas específicas y no interfirieran en la acción de gobierno. (3) A
diferencia de las gestiones civiles y militares que deambularon por
la Casa Rosada entre 1955 y 1966, la llegada del general Onganía a la
presidencia estuvo respaldada por un amplio consenso inicial, proveniente de
sectores muy diversos de la sociedad argentina, desde
productores agropecuarios y grandes y pequeños empresarios hasta
dirigentes sindicales. (4) También formaron parte del gabinete de Onganía
integrantes de asociaciones católicas importantes, tales como el Ateneo de
la República, los Cursillos de Cristiandad y el Opus Dei. (5) Incluso,
algunos partidos políticos otorgaron apoyo al nuevo régimen -el desarrollismo
(6) y el peronismo (7) entre otros-; por el contrario no lo hicieron los
radicales, socialistas y comunistas. (8)
Desencantados tanto de la
democracia liberal como de las experiencias políticas anteriores y deseosos
de un “cambio revolucionario” que sacara a la Argentina del estancamiento,
los distintos sectores sociales idealizaron la figura del recién llegado a la
Casa Rosada, y -como sostiene Félix Luna- otorgaron a Onganía una “imagen”
de hombre fuerte, con autoridad en las fuerzas armadas, prestigio en los
sectores obreros, sensibilidad popular, espíritu práctico y sentido de
modernidad. (9) Sin embargo, el poder ilimitado que la sociedad argentina
parecía otorgarle a Onganía tenía una base muy heterogénea, de manera que su
gestión deambuló contradictoriamente entre la adopción de medidas de corte
modernizador -especialmente en el terreno de la política económica- y las de
índole conservador -especialmente en el plano de la política universitaria
y cultural-. Esta tensión irresuelta entre modernización y conservadurismo
caracterizó tanto la política interna como la política exterior del
onganiato, y terminó por quebrar el consenso inicial logrado. Para
cumplir con este mandato de la sociedad de construir una “nueva” Argentina,
el gobierno de Onganía debió hacer frente a tres problemas básicos: el
estancamiento económico, la amenaza comunista a la seguridad interna, y la
salida hacia una democracia participativa. Intentó resolverlos a través de
la coexistencia de los postulados de cuatro tendencias: la “liberal”, la
“nacionalista ortodoxa”, la “nacionalista desarrollista” y la de
los “nacionalistas heterodoxos” o “nacionalistas-liberales”. El
componente liberal estuvo ya presente en el texto del Mensaje dirigido por la
Junta Revolucionaria al Pueblo Argentino el 28 de junio de 1966.
Asimismo, muchos de los objetivos establecidos en el ámbito de la política
económica (afianzar la libertad de decisión de los consumidores, combatir la
distorsión de los monopolios y promover la competencia, lograr
la estabilidad monetaria) tuvieron un tono liberal. (10) Este tipo de
políticas estuvo representada por las presencias de Alvaro Alsogaray como
embajador en Estados Unidos (julio de 1966 a octubre de 1968) y de su
hermano Julio Rodolfo como comandante en jefe del Ejército (diciembre de 1966
a agosto de 1968). No obstante, el primer ministro de Economía del
nuevo régimen, Néstor Jorge Salimei (junio a diciembre de 1966), aunque
era miembro del Instituto de Estudios Económicos y Sociales que dirigía
Alvaro Alsogaray, no fue un fiel exponente de los liberales, ya que
estaba inclinado hacia cierto grado de estatismo en materia económica.
(11) En cambio, su sucesor, Adalbert Krieger Vasena (diciembre de 1966 a
junio de 1969), fue un cabal representante de la corriente liberal dentro
del gobierno de Onganía. (12) La línea liberal propuso, para superar
el estancamiento económico, la adopción de medidas anti-inflacionarias de
estabilización y ajuste como pasos previos al crecimiento, el cual se
lograría con atracción de capital extranjero y medidas de modernización y
apertura económica. A su vez, la liberalización de la economía llevaría a
una liberalización de la política, al eliminar los rasgos corporativos de
la sociedad argentina. Por último, estas transformaciones conducirían a la
salida institucional democrática. En cuanto a la política exterior, los
liberales propusieron el alineamiento con Estados Unidos, país clave para
acceder a los créditos necesarios para modernizar la economía. Esta línea
de razonamiento fue claramente explicitada por Alvaro Alsogaray en su
actuación como embajador en Estados Unidos. (13) Respecto del
ámbito regional, el modelo preferido por los liberales fue el de la
Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC), con sede en
Montevideo, mecanismo que apuntó a dar prioridad a las fuerzas del libre
comercio en el proceso de integración. (14) Apostando a las relaciones con
los países pequeños de la Cuenca del Plata -Bolivia, Uruguay y Paraguay-,
los liberales procuraron lograr la integración regional a través de la
apertura económica y la reciprocidad multilateral. Por ejemplo, el semanario
Primera Plana, a través del columnista Mariano Grondona, urgió a “dedicar
nuevos empeños a la ALALC” y apostó, en forma congruente con la línea de
Onganía y su canciller Nicanor Costa Méndez, por la alianza con Brasil
que apuntase a un liderazgo conjunto regional. (15) Pero, a la vez que
establecía medidas acordes con los postulados liberales, el gobierno de
Onganía adoptaba otras que se apartaban del liberalismo y se emparentaban
más con las ideas de los nacionalistas. Estas, sin embargo, se caracterizaron
por una enorme heterogeneidad, particularmente entre fines de la década de
1960 y principios de la de 1970, pudiendo identificarse las mencionadas tres
líneas: “nacionalista ortodoxa”, “nacionalista desarrollista” y
“nacionalista heterodoxa” o “nacionalista-liberal”. En el plano de la
política exterior se advirtieron diferencias entre liberales y nacionalistas,
pero también las hubo entre las tres variantes de la corriente
nacionalista. Obviamente, el énfasis de los liberales en la adopción de
medidas de estabilización económica los llevó a proponer una política
exterior que estrechara los vínculos con los organismos internacionales de
crédito y se acercara a un perfil de alineamiento con el principal proveedor
de dichos créditos, el gobierno de Estados Unidos. Frente a esta postura,
los nacionalistas reaccionaron con diferentes matices: abierto rechazo en el
caso de los “ortodoxos”, que propusieron un modelo de desarrollo nacional
cerrado y autárquico, basado en los recursos locales; de rechazo condicionado
en el caso de los “desarrollistas”, que sostuvieron la necesidad de contar
con créditos y capitales externos, pero sólo como un paso inicial en un
proceso donde los esfuerzos debían invertirse en el desarrollo de las
industrias de base; y, finalmente, de aceptación pragmática en el caso de
los “heterodoxos”, que reconocieron como los liberales la necesidad de la
estabilización económica como requisito para el desarrollo nacional, pero
sin renunciar a éste. Algo similar ocurrió en el caso de la
integración regional. Mientras los liberales propusieron modelos de
integración abiertos, como el de la ALALC, los nacionalistas rechazaron los
modelos de integración basados en esquemas librecambistas, que
pudieran afectar las industrias nacionales, aunque en este tema se
registraron diferentes matices. Los nacionalistas “ortodoxos” pusieron el
acento en un modelo de desarrollo “cerrado”, autárquico, receloso de
los esquemas de integración regional. En cambio, los nacionalistas
“desarrollistas” ponían el acento en esquemas de integración que implicaran,
como paso previo, el desarrollo a nivel regional. (16) Aunque coincidieron
en términos generales con la propuesta del Grupo Andino, (17) basada en
políticas de planificación industriales y control de inversiones, los
“desarrollistas” argentinos no estuvieron dispuestos a sacrificar los
objetivos de desarrollo integral nacional en aras de esquemas de
integración supranacional como el propuesto por las naciones del Pacífico.
En consecuencia, y a pesar de sus diferencias, tanto “ortodoxos” como
“desarrollistas” hicieron una lectura crítica respecto de los modelos de
integración regional de ese momento. Pusieron objeciones al esquema “liberal”
de la ALALC, pero también a la propuesta “supranacional” del
Pacto Andino. Finalmente, los nacionalistas” heterodoxos
o “nacionalistas-liberales”, como el presidente Onganía o su canciller
Nicanor Costa Méndez, jugaron pragmáticamente a dos puntas, intentando
vincularse tanto al esquema de ALALC como al del Pacto Andino. Por
cierto, el tema de los vínculos con los países vecinos revelaba una
diferencia de criterio sustancial entre la preferencia liberal por la
solución pacífica de controversias limítrofes -producto lógico de
su predilección por esquemas de integración “abiertos”, que dichas
controversias podían hacer peligrar- y la inclinación nacionalista por las
hipótesis de conflicto. Pero dentro de la corriente nacionalista también
existían importantes diferencias respecto de este tema. Los nacionalistas
“ortodoxos” seguían adheridos al viejo esquema de equilibrio de
poder regional, donde Brasil y Chile aparecían como
países “expansionistas”, y de los que la Argentina debía defenderse, con
el agravante de que el primero de ellos era, además, “agente” de Estados
Unidos en el Cono Sur. Alarmados por los que percibieron como avances
“hidroeléctricos” brasileños y “territoriales” chilenos, los nacionalistas
“ortodoxos” reclamaron a la Cancillería la adopción de posiciones “duras”
en cuestiones “sensibles” a la soberanía nacional, como el aprovechamiento
de los ríos de la Cuenca del Plata o la delimitación de las fronteras
australes. Por su parte, los nacionalistas “desarrollistas”
compartieron los recelos de sus colegas “ortodoxos” por la “expansión” de
Brasil y Chile, pero incorporaron nuevos elementos provenientes de
argumentos entroncados con la teoría de la dependencia y el desarrollismo
a las hipótesis de conflicto. Así, percibieron en el contraste entre el
“subdesarrollo” de las zonas fronterizas argentinas y el
“desarrollo” chileno o brasileño un nuevo componente de
amenaza. Convencidos de que la mejor forma de contener a estos vecinos
expansionistas era a través de medidas de desarrollo e integración a nivel
interno, los “desarrollistas” otorgaron especial énfasis a la necesidad de
adoptar medidas de promoción y desarrollo económico en ciertas áreas
descuidadas o subdesarrolladas como Misiones, el Chaco, o la Patagonia.
Finalmente, los “heterodoxos” intentaron una síntesis entre la apertura
“liberal” al mundo y el “desarrollismo” de algunos sectores
nacionalistas. Producto de esto fue la adhesión de Onganía a las medidas
de estabilización liberal y su acuerdo con los postulados de la ALALC, al
mismo tiempo que intentaba adoptar un plan “desarrollista” de estímulo a
la región patagónica. Por su parte, el canciller argentino buscó la
colaboración política y económica con Europa como un medio de contrarrestar
cualquier tendencia inhibitoria del desarrollo nacional en el marco del
sistema interamericano. Cabe destacar que en el plano de la política
exterior, los nacionalistas “ortodoxos” percibían un mundo signado por la
persistencia del conflicto ideológico bipolar, el paradigma realista y
sostenían el concepto de “fronteras ideológicas”. (18) Por cierto, la
variante del nacionalismo “ortodoxo” correspondió a los intereses de los
sectores más conservadores, figurando entre ellos el ministro
del Interior, Enrique Martínez Paz; el secretario de gobierno, Mario Díaz
Colodrero, y, fuera del gobierno, el nacionalista conservador Marcelo Sánchez
Sorondo, quien desde el semanario Azul y Blanco combatió las tendencias
liberales en el gabinete del gobierno de Onganía. En política interna, los
nacionalistas “ortodoxos” abogaron por la disolución de la
“vieja política” del sistema liberal de partidos y su reemplazo por una
“nueva política” que no incluyera a los partidos políticos sino a los
representantes de la comunidad. (19) Además, el desprecio por la
democracia estaba íntimamente conectado con el sentimiento anticomunista.
En este esquema ideológico, las medidas de represión del comunismo en todos
los ámbitos -incluyendo el cultural- eran la única solución para evitar un
flagelo de origen externo que utilizaba todos los canales -medios de
comunicación, universidad, centros culturales- para infiltrarse en la
sociedad argentina y amenazar la seguridad interna. Así, el ministro del
Interior Martínez Paz atacaba a las universidades públicas, caracterizándolas
como “un foco de disolución ideológica, una trinchera más de la guerra
fría, un frente interno donde se oculta el enemigo”. (20) Los
nacionalistas ortodoxos demostraron también una apreciable dosis de
antisemitismo. Durante el gobierno de Onganía, los columnistas del New York
Times expresaron su preocupación por las manifestaciones de antisemitismo
de algunos integrantes del gabinete. Por cierto, los judíos argentinos y
norteamericanos se intranquilizaron ante hechos tales como la
polémica entrevista del ministro del Interior Martínez Paz con el jefe del
Movimiento Nacionalista Revolucionario Tacuara, Patricio Errecalte
Pueyrredón, durante casi una hora, en julio de 1966; o con la actitud
del secretario general de la Presidencia, general Héctor Repetto, quien en
agosto del mismo año recibió en su despacho al jefe de la Liga Argentina
Nacional Sindicalista (LANS), Roberto Etchenique (h.), otra entidad de
tendencia antisemita. (21) No obstante, Onganía, en una entrevista que tuvo
con directivos de la Delegación de Asociaciones Israelitas (DAIA) el 12 de
julio de 1966, procuró alejar los temores de los judíos argentinos respecto
de tendencias antisemitas en el seno del gobierno. (22) A su vez,
la variante “desarrollista” del nacionalismo se distinguió de la “ortodoxa”
en varios aspectos. En el plano de la política interna, si bien
los nacionalistas “desarrollistas” compartían la visión “corporativa” de
la sociedad que tenían los “ortodoxos”, diferían esencialmente en cuanto al
mejor remedio para combatir el problema de la subversión al orden político
interno. Los primeros percibían que el fenómeno subversivo tenía causas tanto
externas -la “exportación” ideológica del castrismo a países de la región-
como internas -la falta de desarrollo social, económico e incluso espiritual
de las sociedades- y que el uso exclusivo de medidas represivas era
una herramienta insuficiente, e incluso contraproducente, para lograr la
seguridad interna. Tampoco estaban de acuerdo con el énfasis en el ajuste y
la estabilidad macroeconómica del discurso liberal. Para
los “desarrollistas”, ninguna de las dos recetas aseguraba la seguridad y
el desarrollo internos. Por cierto, los militares “desarrollistas”
que actuaron durante los gobiernos de la Revolución Argentina manejaron un
concepto de “desarrollo” que iba más allá del mero desarrollo
socio-económico. El general Juan Enrique Guglialmelli, director de
la Escuela Superior de Guerra, del Centro de Altos Estudios, y de la
revista Estrategia, que fue además secretario de Enlace y Coordinación de la
Presidencia de la Nación en el gobierno de Arturo Frondizi y secretario
del Consejo Nacional de Desarrollo (CONADE) durante el de Levingston, elaboró
para las distintas academias del ejército una “doctrina de la
seguridad nacional”, que vinculaba la seguridad a la derrota de la
subversión, y la última al desarrollo “integral”. Guglialmelli planteaba un
“desarrollo integral con independencia”, aclarando que se refería al
desarrollo “económico-social, cultural y espiritual” y que
“con independencia” significaba la ruptura de cuatro formas esenciales de
dependencia: la económica, la política, la cultural y la ideológica”. (23)
Así, opuestos a las medidas de estabilización y ajuste preconizadas
por los liberales y a la represión impulsada por los nacionalistas más
reaccionarios, en tanto ninguno de los dos atacaba las “causas” materiales y
espirituales que alimentaban la subversión, los
nacionalistas “desarrollistas” sostenían que el desarrollo “integral” era
la mejor garantía para contener la subversión. (24) El diagnóstico que
los nacionalistas “desarrollistas” hacían del mundo y del rol de la Argentina
en el mismo estaba fuertemente influido por los conceptos frigeristas y
los postulados de la teoría de la dependencia. Así, el general Osiris G.
Villegas, percibió un contexto mundial caracterizado por el desplazamiento
de la Guerra Fría a la détente, de la lucha ideológica a la económica, y la
división de los países en desarrollados -con desarrollo de industrias de
base- y subdesarrollados -con una economía primaria-, categoría esta última
donde estaban ubicados la Argentina y los países sudamericanos.
En consecuencia, había que apostar al desarrollo de las industrias de base
para que la Argentina pudiese tener gravitación internacional. Villegas
enfatizó la importancia del desarrollo científico y
tecnológico, especialmente en sectores tales como la energía nuclear, la
electrónica o la cibernética, con el objetivo de acelerar la transición de un
país agrícola-ganadero dependiente a un país industrializado e
independiente. Por su parte, Guglialmelli retomó el énfasis frigerista en
el desarrollo de los sectores de industria de base: industria
pesada, química pesada, petroquímica y siderurgia, como parte clave de una
estrategia de industrialización cada vez más creciente y autónoma, frente
al neocolonialismo que quería reeditar la división internacional del trabajo
y ubicar a los países periféricos como productores primarios o
de industrias obsoletas. En consecuencia, tanto para Guglialmelli como
para Villegas, política de desarrollo y política de seguridad eran
conceptos interdependientes que formaban parte de la política nacional.
(25) En forma acorde con este pensamiento, las autoridades de la Escuela
Nacional de Guerra sostuvieron la necesidad de redefinir el concepto
de seguridad, vinculándolo al de desarrollo. (26) Por otra parte, los
generales Guglialmelli y Villegas sostenían la conveniencia de la integración
nacional como paso previo a la integración regional, que quedaba
postergada a una etapa final. (27) En este punto, Guglialmelli sostiene, en
una clara crítica a la corriente liberal, que
“(...) Si la
integración nacional previa a la integración regional constituye un objetivo
político, existirá un conflicto con quienes, dentro y fuera del país
propugnan lo contrario. El examen profundo del problema permitirá reconocer a
los intereses enemigos y a los intereses aliados. A sus agentes y a sus
modos de operar. Se podrá entonces replicar a la aparentemente simple y
razonable proposición de la complementación regional que nos induce a cambiar
con un vecino su cobre, que tenemos, por nuestros cereales y carne; a
postergar la explotación de Sierra Grande porque podemos importar mineral de
hierro de otras partes; a limitar nuestra siderurgia a la laminación pues
podemos adquirir arrabio en otras partes; a redimensionar nuestra industria
automotriz, como lo aconsejan los técnicos internacionales, para
adquirir partes a las industrias nacientes de países limítrofes.
Detrás de estas “inocentes” propuestas, fundadas en la “economicidad” y
la solidaridad regional se esconde en verdad la filosofía del estancamiento,
la defensa del statu quo, el negocio de los monopolios internacionales, la
renuncia a nuestro desarrollo independiente. (...) (28)
De esta
manera, los nacionalistas “desarrollistas” argentinos, como sus contrapartes
brasileños, postularon un esquema de integración regional gradual que
dependiera de los desarrollos nacionales y no de un impulso supranacional.
Por ejemplo, el diario “desarrollista” Clarín, a través de
editoriales firmados por Oscar Camilión, ex subsecretario de Relaciones
Exteriores del gobierno de Frondizi, rechazó el esquema de una integración
acelerada impulsado por los signatarios del Pacto de Bogotá de agosto de
1966 y Estados Unidos, pues “puede servir de pretexto a obligar a la
Argentina a renunciar a la siderurgia, petroquímica y otros sectores
básicos”. (29) Por su parte, la receta “heterodoxa” o de
los nacionalistas “liberales” se caracterizó por procurar un equilibrio,
entre los postulados de las corrientes liberal y nacionalista. Adhirieron a
ésta el presidente Juan Carlos Onganía, el ministro de Economía Néstor
Jorge Salimei, el canciller Nicanor Costa Méndez, y el teniente general
Alejandro Agustín Lanusse, quien pasó a ser comandante en jefe
del ejército tras el alejamiento del liberal Julio Alsogaray en octubre de
1968. (30) Acorde a la orientación anticomunista, el gobierno de Onganía
adoptó la llamada “Doctrina de la Seguridad Nacional y el Desarrollo”. Para
llevarla a la práctica, el régimen militar instauró, en el ámbito interno,
dos organismos encargados de trabajar temas internos y/o externos vinculados
con todas las cuestiones relacionadas a la seguridad y al desarrollo: el
Consejo Nacional de Seguridad (CONASE) y el Consejo Nacional de Desarrollo
(CONADE). La Doctrina de la Seguridad Nacional y el Desarrollo
fue compatible con los postulados definidos a partir de 1961 por el
Departamento de Estado norteamericano. La activa participación argentina en
mecanismos de seguridad interamericanos y la propuesta de creación de un
órgano militar en la OEA reveló una coincidencia entre el diagnóstico de
Onganía y el de su colega norteamericano Lyndon Johnson respecto de la
amenaza de Cuba a la seguridad continental. (31) No obstante, el
presidente Onganía intentó demostrar que mantenía cierta distancia con los
objetivos estratégicos de Estados Unidos. En una conferencia de prensa
efectuada el 4 de agosto de 1966, Onganía dijo:
La Argentina está
plenamente identificada con el sistema interamericano (...) (cuyo
funcionamiento) excluye de hecho y de derecho la existencia de
bloques parciales en beneficio de la armonía del continente. La no
participación en bloques no significa ignorar las relaciones bilaterales
entre los países americanos (...) Con respecto a la OEA participará en la
reforma de la carta e insistirá para que a través de esta organización se
promuevan planes de desarrollo cultural, económico y social para la América
Latina (...). (32)
Asimismo, a fines de 1967, dijo Onganía ante
los mandos militares:
(..) en materia de relaciones exteriores,
nuestra política es universalista. Deseamos un solo mundo, no varios. No
podemos participar de estrategias en cuya formulación no formamos parte. El
mundo occidental, como está actualmente, no es el mundo al que
nosotros aspiramos. Nuestra posición es nacional, hispanoamericana,
latinoamericana. (33)
Finalmente, en una entrevista que le realizara
el diario Expreso del Perú en 1968, el presidente argentino sostuvo
que
La realidad es que el mundo está dividido en
dos bloques. Nosotros pertenecemos a uno de ellos no porque lo
consideremos necesariamente el mejor, sino, en último análisis, por razones
de seguridad. El mundo comunista es un mundo hostil, que quiere
destruirnos. Necesariamente entonces tenemos que estar del otro lado, con
Occidente. Dentro de Occidente, la Argentina es parte de Latinoamérica, con
mayor precisión de la América Hispánica, y debe tender a la
integración. (34)
Las declaraciones del presidente Onganía
revelaban una posición de política exterior que, a la vez que proclamaba
la pertenencia de la Argentina a Occidente, trataba de diferenciarse de la
política norteamericana, propugnando objetivos “nacionales”. En este
sentido, podemos hablar de un perfil occidentalista heterodoxo. Por cierto,
la oposición a la creación de una fuerza armada interamericana de
paz (FIP) -proyecto acariciado por el Departamento de Estado
norteamericano-, el rechazo a los condicionamientos sugeridos en el convenio
con la empresa siderúrgica US Steel, la opción por la utilización de
uranio natural -caro pero existente en el territorio argentino- en vez del
uranio enriquecido -cuyo proveedor era Estados Unidos-, la puesta
en marcha del complejo Chocón-Cerros Colorados, y el rechazo a la firma
del Tratado de No Proliferación Nuclear -impulsado, entre otros países
nucleares, por Estados Unidos- fueron ejemplos de una actitud fuertemente
influida por argumentos del “desarrollismo” y del nacionalismo tradicional y
que relativizaron la idea de un alineamiento con el gobierno
norteamericano. (35) En materia de política continental, Onganía fue
-como los nacionalistas- reacio a cualquier esquema supranacional que
coartara la autonomía o el desarrollo argentinos. A fin del año 1966,
definió claramente su postura en materia de integración regional,
rechazando los proyectos supranacionales que partían del Pentágono y de los
países andinos, y planteando un esquema de integración regional que partía
del reconocimiento de las diferencias nacionales:
Dentro de una
organización de naciones libres, todas deben encontrarse en condiciones de
lograr sus respectivos objetivos nacionales. No insistamos en la búsqueda
de integraciones ficticias, que hacen abstracción de la gran diversidad de
situaciones económicas y pasan por alto un complejo conjunto de problemas
que la mayoría de las repúblicas de América no ha logrado solucionar. (36)
En síntesis, el perfil occidentalista heterodoxo del gobierno de
Onganía procuró canalizar las divergentes inquietudes de nacionalistas y
liberales. Por un lado, estaba influido por el discurso “desarrollista” de
la “Alianza para el Progreso” de Kennedy y de los “desarrollistas”
argentinos, en el que la seguridad contra la subversión izquierdista estaba
vinculada al desarrollo económico. Pero Onganía coincidía con
los liberales en que este desarrollo debía estar precedido por la
estabilización y modernización económica, objetivos que necesitaban para su
concreción exitosa la atracción de capitales extranjeros. La necesidad
de obtener una buena imagen en los Estados Unidos para atraer créditos es
la que explica las presencias del liberal Alvaro Alsogaray al frente de la
embajada argentina en Washington, y más tarde la del “técnico” Adalbert
Krieger Vasena al frente del Ministerio de Economía. Ambas figuras gozaban de
credibilidad externa. De acuerdo con el perfil occidentalista de Onganía,
su primer canciller, Nicanor Costa Méndez, un nacionalista, integrante del
club Ateneo de la República, sostuvo una posición abiertamente
crítica respecto del régimen de Fidel Castro en Cuba. De acuerdo con el
sesgo anti-comunista del régimen militar argentino, Castro fue percibido como
la principal amenaza a la seguridad argentina y continental por ser el
principal promotor de las guerrillas en el continente. (37) No obstante,
Costa Méndez compartió con Onganía la adopción de un perfil de política
exterior que equilibrara los intereses de los sectores liberales
y nacionalistas. Uno que estabilizara la economía interna y procurara
normalizar las relaciones con Washington para ganar credibilidad externa y
atraer la ayuda económica y militar norteamericana acordada por el ex
presidente Illia, pero que también dejara lugar a una política exterior
“nacional”, no subordinada a los intereses de Estados Unidos. La
inclinación pro-occidental del canciller no lo privó de reclamar para la
Argentina un trato igualitario frente al gobierno norteamericano, como lo
hizo durante el incidente en torno al reconocimiento del régimen
de Onganía entre junio y julio de 1966. (38) Asimismo, la común
identificación que Costa Méndez y las autoridades del Departamento de Estado
respecto de la necesidad de adoptar medidas multilaterales para combatir
la amenaza castrista en el continente no le impidió al canciller argentino
descartar proyectos norteamericanos de carácter supranacional como la
FIP. (39) Pero, si bien rechazó la idea de crear una FIP, y preocupado
como Onganía por la proyección de la amenaza comunista en el continente,
Costa Méndez impulsó la creación de un Comité Permanente de Consulta en la
OEA. (40) No obstante, esta propuesta fue denunciada por los sectores
nacionalistas como una actitud de “satelismo” hacia Brasil y Estados
Unidos, a pesar de que en realidad ninguno de estos dos gobiernos apoyó el
proyecto argentino. Costa Méndez también rechazó el
esquema integracionista supranacional promovido por Colombia, Chile,
Ecuador, Perú y Venezuela, signatarios de la Declaración de Bogotá de agosto
de 1966. Este esquema de los países del Pacífico, basado en las ideas
de integración de la CEPAL, contó con el aval de Estados Unidos. A su vez,
el Departamento de Estado norteamericano, propiciaba un proyecto elaborado
por Walt Whitman Rostow, que planteaba una división del trabajo regional,
otorgando a la Argentina al rol de productor primario, y a Brasil y a Chile
el de países industriales, alternativa que resultaba inaceptable para los
sectores nacionalistas adheridos al desarrollismo. (41) En su lugar, el
canciller argentino lanzó en diciembre de 1966 la idea de una Comisión
Permanente de los países de la Cuenca del Plata. En este esquema alternativo,
la integración regional no sacrificaba el desarrollo a nivel nacional, ya
que implicaba la coordinación de acuerdos bilaterales o multilaterales
gestados por los propios gobiernos de los países integrantes de la Cuenca,
pero sin intervención de órganos supranacionales. (42) De esta manera, el
perfil de política exterior adoptado por Onganía y su canciller Costa Méndez,
que procuró equilibrar los intereses de los sectores liberales y
nacionalistas, terminó por no conformar a ninguno de los dos. Los sectores
liberales pusieron objeciones a determinadas medidas de política
exterior consideradas como poco rentables económicamente -como la objeción
del secretario de Energía, Luis Gotelli, a la opción por la fabricación de
uranio natural, impulsada por los sectores “nacionalistas” en la reunión
del CONASE de febrero de 1968, debido a que, a pesar de su costo, podía ser
producido en la Argentina y permitiría el autoabastecimiento y la
independencia respecto de Estados Unidos y la URSS, proveedores de uranio
enriquecido. (43) Por su parte, los nacionalistas “desarrollistas”
criticaron decisiones de política exterior que interpretaron como
ejemplos de “alineamiento” con Estados Unidos -el proyecto de creación del
Comité Permanente de Consulta de la OEA, al que los nacionalistas percibieron
como una idea remozada de la FIP-, o de “pasividad” respecto
del expansionismo brasileño en la Cuenca del Plata -el énfasis del
gobierno argentino en dar batalla jurídica a Itamaraty respecto de la
“consulta previa” para el aprovechamiento de los ríos de la Cuenca,
percibido por los nacionalistas como recurso insuficiente si no se lo
acompañaba de la construcción de obras hidroeléctricas y medidas de promoción
de las industrias de base, especialmente en las zonas fronterizas. (44)
Debido a divergencias con el presidente Onganía, el 5 de diciembre de
1966 el comandante en jefe del ejército, teniente general Pascual Pistarini,
fue reemplazado por el teniente general Julio Rodolfo Alsogaray. El
alejamiento de Pistarini fue en realidad el preludio de un movimiento de
acomodamiento ministerial que tuvo lugar a fines de ese mismo mes, por el
cual Adalbert Krieger Vasena pasó a ocupar el Ministerio de Economía y
Guillermo Borda el del Interior. Con la presencia del ex peronista Borda
en el Ministerio del Interior, Onganía procuró concretar su idea de
construir una “nueva” Argentina a través de un acuerdo amplio, que incluyera
a factores de poder, grupos de presión y produjera “una síntesis de
lo rescatable en la política argentina”. Otro nombramiento clave fue el
del general Osiris G. Villegas como secretario del CONASE. Se registraba
así un reparto de zonas de influencia: la corriente liberal pasaba a
dominar el ministerio económico y la nacionalista el ministerio político. No
obstante, esta distribución no evitó el conflicto, pues el ámbito de la
política exterior se convirtió en una zona gris donde ambas tendencias se
interceptaron. (45) En esta segunda etapa del gobierno de Onganía, la
puja entre liberales y nacionalistas hizo que el régimen adoptara un
perfil de política exterior que en la práctica deambuló entre el
anti-comunismo propio de la Guerra Fría y una actitud pragmática más acorde
con el contexto global de détente. Se hizo evidente la vocación de Onganía
por otorgar a la Argentina un rol continental y mundial, en función de
“intereses nacionales” que no siempre coincidieron con
los norteamericanos. Esto se notó en actitudes del gobierno argentino
tales como la firma de un decreto en enero de 1967, la ley 17094, que
extendía el mar territorial argentino a 200 millas; (46) la
posición adoptada en materia de desarme nuclear y no proliferación, que
llevó al gobierno de Onganía a no firmar el Tratado de No Proliferación
Nuclear de 1968; el desarrollo del “Plan Europa” que procuró, a través de
la compra de armas europeas, convertir con el tiempo a la Argentina en un
país exportador de armamento; y la gira efectuada por el canciller
Costa Méndez entre fines de marzo y principios de abril de 1969, que
incluyó estados europeos socialistas -caso de Rumania-; estados
ideológicamente afines al onganiato -como el régimen franquista español-,
y estados pertenecientes al bloque occidental, pero críticos respecto de
la política de seguridad de Washington -como la República Federal Alemana
y Francia. (47) Por cierto, la citada gira europea de Costa Méndez
de marzo-abril de 1969 estuvo inserta en su estrategia -compartida por el
presidente Onganía- de aliarse con los países que integraban la llamada
“clase media mundial” -que incluía naciones de signo ideológico
tan diferente como Canadá, Australia, la Unión Sudafricana, España,
Francia, Alemania, Italia, Rumania, Yugoslavia e Israel-. Esta alianza tenía
por objetivo “frenar” los reclamos de los países “chicos” y de los
“grandes”, y obtener los mejores beneficios posibles de un comercio
integrado. En una clara manifestación de esta estrategia que hemos dado
en llamar occidentalismo heterodoxo, el canciller argentino presentó a
Primera Plana el 13 de abril de 1969 la siguiente definición: “(...)La
bipolaridad que caracterizaba al sistema internacional en los años de la
segunda posguerra se transforma ahora en multipolaridad (...) el triángulo
América latina-Europa-USA realiza la inserción de la Argentina en el mundo
actual.” (48) No obstante, los sectores nacionalistas criticaron
el occidentalismo heterodoxo del canciller. Desde Azul y Blanco, el
“ortodoxo” Sánchez Sorondo ironizó acerca de las declaraciones de Costa
Méndez, sosteniendo que
“Si viviéramos en la Luna celebraríamos con
entusiasmo tal manifestación (...) pero nos preguntamos si este canciller
es el mismo que asistió a la OEA para predicar la guerra contra Cuba; y si se
trata del mismo Poder Ejecutivo cuya dependencia respecto de Washington
alcanza, en el campo de la economía, insospechadas derivaciones.
(49)
Precisamente, como afirma Sánchez Sorondo, la adhesión del
gobierno de Onganía a los postulados “liberales” en materia económica quitaba
margen de credibilidad al occidentalismo heterodoxo de Costa Méndez ante
las huestes nacionalistas. Pero el canciller Costa Méndez no sólo se
enfrentó en esta segunda etapa de su gestión -que se extendió desde
diciembre de 1966 hasta junio de 1969- a las críticas de los sectores
nacionalistas. También debió lidiar con la ofensiva de los sectores
liberales, liderados por el embajador argentino en Estados Unidos, Alvaro
Alsogaray. A fines de agosto de 1967, Alsogaray acusó a “la burocracia y
sobre todo (a) la mentalidad estatista que todavía subsiste en
muchos sectores” de sabotear “los documentos orientadores de la
revolución” y frenar así las inversiones internas. La referencia de Alsogaray
a Costa Méndez era obvia. El canciller era el único sobreviviente de
la reestructuración ministerial de fines de 1966 y era notoria su
oposición a un proyecto de garantía de inversiones impulsado por el grupo
alsogaraísta, que desde hacía un año andaba dando vueltas por el
Palacio San Martín. Costa Méndez se oponía a la cláusula del Acuerdo de
Garantía de Inversiones porque otorgaba a las empresas extranjeras
privilegios tales como la posibilidad de someter resoluciones de la
Justicia argentina que les fueran desfavorables al arbitrio de un
organismo internacional supranacional. (50) Por otra parte, apenas
transcurrido un mes de su asunción como ministro de Economía, Krieger Vasena
se encontró con la realidad de que su enfoque monetarista y sus contactos
con los organismos internacionales de crédito eran atacados por los
desarrollistas, a través de las declaraciones de Rogelio Frigerio en febrero
de 1967, (51) y por los nacionalistas “ortodoxos” como Marcelo Sánchez
Sorondo y Juan Carlos Goyeneche, por medio de las opiniones volcadas en
editoriales de diarios como Azul y Blanco. (52) Por cierto, la
puesta en marcha de un plan de estabilización económica en marzo de 1967 por
parte de Krieger Vasena fue el detonante que hizo que Sánchez Sorondo
abandonase su respaldo inicial al régimen de Onganía. Este nacionalista
conformó entonces el Movimiento de la Revolución Nacional (MRN), que
buscó el reemplazo del onganiato por una democracia representativa y un
modelo nacional-populista que equilibrara las fuerzas del capital y del
trabajo. Los “ortodoxos” como Sánchez Sorondo sostuvieron que el plan
liberal establecido en marzo de 1967 consagraba la entrega del patrimonio
nacional al capital extranjero. (53) Asimismo, las medidas que Krieger
Vasena impulsó desde la cartera económica generaron preocupación en
la Iglesia, debido a que provocaron desocupación y cierre de fábricas, lo
cual llevó al surgimiento del Movimiento de Sacerdotes por el Tercer Mundo.
El 1º de mayo de 1968, en las afueras de Córdoba, se dieron cita 23 de los
360 sacerdotes que firmarían el Manifiesto de los Obispos del Tercer Mundo,
un llamado a la rehabilitación del hombre como persona, en abierta crítica
al modelo “liberal” de Krieger Vasena. (54) A la lista de disidentes al
gobierno de Onganía se sumó una figura protagónica de la
Revolución Libertadora: el almirante Isaac Rojas, quien censuró al
presidente la ausencia de un plan que condujese a una salida electoral. A
esta figura se agregaría tiempo más tarde la del ex presidente Pedro
Eugenio Aramburu. También cabe mencionar al general Adolfo Cándido López,
quien desde fines de 1967 criticó numerosas veces al gobierno por las mismas
razones que el almirante Rojas. (55) Pero si bien el general López
inicialmente logró algunas adhesiones, el lopizmo comenzó a
fracturarse, porque López se negó a firmar la proclama rebelde que el
“ortodoxo” Sánchez Sorondo le elevara como futura propuesta de gobierno. Ante
la negativa del general y juzgando que la actitud de López ante el gobierno
de Onganía era indefinida, ese mismo mes de febrero Sánchez Sorondo y el
general retirado Carlos Augusto Caro decidieron separarse del lopizmo y
conformar el MRN. (56) Por cierto, fenómenos como el lopizmo, el MRN y
la versión peronista de las décadas del 60’ y ‘70 no representaron hechos
aislados e inconexos entre sí. Expresaron la hostilidad de distintos sectores
de la sociedad hacia el modelo de ajuste liberal a través de la emergencia
de movimientos ideológicamente ambiguos. Dichos movimientos expresaron, por
ejemplo, la convergencia del nacionalismo conservador y católico de
derecha con expresiones nacionalistas desarrollistas e incluso de izquierda,
corrientes unidas en el común rechazo al modelo liberal propuesto por
Onganía y Krieger Vasena. Esta convergencia de expresiones antiliberales no
sólo comprendió las diversas fracciones del nacionalismo, sino
también segmentos de partidos tradicionales como el radicalismo y el
peronismo, y el Movimiento de Sacerdotes por el Tercer Mundo dentro de la
Iglesia. Sólo en este contexto de convergencias antiliberales que
abarcaron todo el espectro ideológico, se puede comprender la aparición de
grupos como Montoneros, que, proviniendo del catolicismo y/o del
nacionalismo de derecha, también adoptaron un discurso de izquierda y
aceptaron el liderazgo de Perón. A su vez, estos grupos constituyeron la
llamada “Nueva Oposición”, definida no por su coherencia en el ámbito de
las ideas, sino por su hostilidad hacia todo el sistema -y particularmente
hacia la política económica liberal que impulsó el gobierno de Onganía-. Esta
“Nueva Oposición” hizo sentir toda su virulencia en el levantamiento de
Córdoba en mayo de 1969. (57) Pero la lista de disidencias respecto de la
gestión de Krieger Vasena en Economía no estaría completa si
no agregáramos a ella una figura que, paradójicamente, provenía del riñón
mismo de la corriente liberal: el embajador en Estados Unidos Alvaro
Alsogaray. Alsogaray tuvo un rol protagónico en el desgaste y posterior
desplazamiento de Salimei de la cartera económica en diciembre de 1966.
Ciertas concesiones de Krieger Vasena a Onganía y a los
sectores nacionalistas reflejadas en las abultadas cifras del presupuesto
para el año 1968, presentadas a fines de 1967 y que fueron elogiadas por los
miembros del Ateneo de la República, dieron al grupo alsogaraísta la
excusa necesaria para elaborar un memorándum que contenía fuertes críticas a
la política económica. (58) Dicha postura tenía también relación con el
desacuerdo de Onganía y Krieger Vasena con la sanción de una ley sobre
garantía de inversiones, idea que impulsaba el grupo del embajador Alsogaray.
El 31 de enero de 1968, durante el almuerzo anual de la
Cámara Argentino-Norteamericana de Comercio en Nueva York, el embajador
Alsogaray atacó la tendencia de los países en desarrollo a financiar
“hiper-burocracias” que “despilfarran” los recursos nacionales, incluyendo
en esta categoría de países a la Argentina. En una abierta crítica a los
sectores nacionalistas y al mismo gobierno de Onganía, Alsogaray llamaba a
éste a adoptar una solución de fondo, que desde su perspectiva liberal
consistía en limitar la burocracia, incrementar el comercio internacional
y las inversiones privadas. (59) Por su parte, el comandante en jefe del
Ejército, teniente general Julio Alsogaray, había intentado pronunciar el
29 de mayo de 1967 -Día del Ejército- un discurso opositor a lo que percibía
como la tendencia corporativa que dominaba al gobierno de Onganía.
La rápida reacción del presidente lo había evitado. (60) No obstante, el
general Alsogaray volvió a criticar hacia marzo de 1968 las “tendencias
corporativas” en el Ministerio del Interior y en la Presidencia. A pesar
de que a fines de abril tanto el presidente Onganía como su ministro del
Interior Borda proclamaron a viva voz su ataque al corporativismo,
el general Alsogaray mantuvo su actitud crítica hacia Onganía. Buscó y
encontró aliados en la CGT de Raimundo Ongaro -opuesta a la CGT de Vandor,
cercana al gobierno-, en los radicales del Pueblo, en
algunos peronistas y algunos militares retirados. El 1º de mayo de 1968 la
CGT ongarista encabezó una serie de disturbios en contra de la política
oficial. En ese mismo mes, los hermanos Alsogaray reanudaron la ofensiva
contra los sectores nacionalistas del gobierno. El 5, el general Julio
Alsogaray reprochó, durante una reunión que mantuvo con Onganía,
la conducta “corporativa” y “anti-liberal” del ministro del Interior
Borda, quien el 24 de abril había elogiado la “participación comunitaria”. En
otra reunión de la Junta de Comandantes en Jefe sugirió la revisión de la
política oficial e incluso el reemplazo del presidente. En el interín, el
embajador Alsogaray reunió viejos apuntes que tituló “Bases para la Acción
Política Futura” y los envió a sus partidarios en Buenos
Aires, exhortándolos a formar un partido y presionar por la vuelta a la
democracia representativa. No conforme con ello, el embajador partió hacia
Buenos Aires y efectuó declaraciones atacando la política de Borda
como corporativa y la gestión de Onganía como carente de un plan político
claro y con una política económica lenta e ineficaz. El 14 de agosto, el
almirante Isaac Rojas se unía a esta ofensiva encabezada por
Alsogaray, censurando al gobierno por la ausencia de un plan que condujese
a la salida electoral. Como broche de oro, el 23 de agosto, el general Julio
Alsogaray propuso ante sus mandos la destitución del presidente
Onganía, basándose en la “manifiesta incapacidad” del primer mandatario
“para cumplir el mandato que le fue otorgado el 28 de junio de 1966”, de
acuerdo con lo establecido en el artículo 10º del Acta de la Revolución
Argentina, que facultaba a los comandantes en jefe a designar reemplazante
del presidente en caso de muerte o incapacidad del mismo. (61) Ante
el respaldo militar recibido por Onganía, los Alsogaray se encontraron
aislados. El 20 de agosto, el presidente Onganía comunicó al general
Alsogaray su relevo. También fueron relevados los comandantes de
la armada, almirante Benigno Varela, y de la fuerza aérea, brigadier
Teodoro Alvarez. Sus reemplazantes fueron el general Alejandro Agustín
Lanusse, el almirante Pedro Gnavi y el brigadier Jorge Miguel Martínez
Zuviría, respectivamente. Por su parte, Alvaro Alsogaray renunció a su cargo
de embajador argentino en los Estados Unidos a fines de octubre de 1968 y
se distanció definitivamente del proceso de la Revolución Argentina. (62)
Por cierto, el creciente rechazo de los distintos sectores de la sociedad
argentina al plan económico y al régimen de Onganía estuvo inserto en un
contexto internacional caracterizado también por un estado de descontento
global hacia las diferentes formas de opresión a los pueblos, que se dio en
llamar la “primavera de los pueblos”. (63) Ejemplos de esta primavera
fueron la llamada primavera de Praga, el Mayo francés, los motines de la
ciudad de Washington a raíz del asesinato de Martin Luther King, Jr., y
las demostraciones antibélicas en Estados Unidos, con la emergencia del
“Movimiento por la Paz”, que instó al gobierno norteamericano a salir de la
guerra de Vietnam a cualquier precio. La oposición a la gestión económica
de Krieger Vasena se evidenció asimismo en una serie de
levantamientos populares producidos en mayo de 1969 en distintos puntos
del país: atentados terroristas en el barrio de Belgrano, en la Estación
Retiro de la Capital Federal y en la ciudad de La Plata, paros gremiales en
las ciudades de Córdoba y Resistencia, movimientos estudiantiles en las de
Corrientes, Rosario, Santa Fe y La Plata. Estos disturbios de grupos
terroristas, gremiales y estudiantiles, llegaron a su clímax en Córdoba
con el estallido obrero-estudiantil del “Cordobazo”, el 29 de mayo, que
muchos autores señalan como el principio del fin del régimen. El
descontento general imperante incluyó a las fuerzas armadas, las cuales a
partir del estallido de Córdoba rompieron la “prescindencia” que habían
pactado con Onganía y comenzaron a reclamar su participación en
las decisiones gubernamentales. (64) El Cordobazo dividió al Ejército.
Mientras el presidente Onganía interpretó ciegamente el levantamiento de
Córdoba como resultado de “una fuerza extremista organizada para el estallido
de la insurrección urbana” y adoptó medidas tendientes a reprimir las
actividades comunistas, el entonces comandante del ejército, general Lanusse,
sostuvo ante el propio Onganía en el Colegio Militar que
“nuestra institución no está hecha para la represión indiscriminada sino
para facilitar la paz”, y encabezó un grupo partidario de abrir el juego y
promover, a través de un plan político gradual, el retorno del gobierno
constitucional en la Argentina. (65) Tal vez la consecuencia más importante
del Cordobazo fuera la creencia generalizada en la violencia como un medio
eficaz para obtener objetivos políticos. A partir del levantamiento de
Córdoba, guerrilleros, antiguerrilleros, dirigentes sindicales, miembros
del aparato de Estado y no pocos intelectuales apostaron a la violencia
como método sistemático al servicio de una “causa justa” -la revolución- que
justificaba cualquier exceso. Esta tendencia se evidenció al poco tiempo
del estallido del Cordobazo, con el asesinato del dirigente sindicalista
Augusto Vandor en la sede de la Unión Obrera Metalúrgica el 30 de junio de
1969. (66) Como consecuencia del levantamiento de Córdoba del 29 de
mayo de 1969, se produjo la reestructuración del gabinete ministerial. El 5
de junio, Krieger Vasena renunció a su cargo de ministro de Economía;
fue reemplazado el 11 por el ex ministro de Economía de la provincia de
Buenos Aires y presidente ejecutivo del CONADE, José María Dagnino Pastore.
El general Francisco A. Imaz ocupó la cartera del Interior que dejó
vacante Guillermo Borda y el contador Juan Benedicto Martín pasó a ser el
nuevo canciller en reemplazo de Costa Méndez. Si bien en gran medida estos
cambios fueron provocados por la reacción de los nacionalistas y de diversos
sectores sociales a la política económica liberal de Krieger Vasena y a
la figura del ministro Borda, lo cierto fue que los sectores liberales no
perdieron poder con el recambio ministerial. Dagnino Pastore siguió por la
senda liberal e Imaz declaró como Borda su intención de dialogar “con
todos los sectores de la comunidad”. El estallido de un nuevo levantamiento
popular en la ciudad de Rosario, en septiembre de 1969, demostró que el
presidente Onganía y muchos integrantes de su gobierno estaban profundamente
equivocados respecto de su diagnóstico de las causas de la tensión social.
A pesar del evidente impacto interno de levantamientos como el Cordobazo y
luego el Rosariazo, en una conferencia de prensa, Imaz negó la alternativa de
una pronta apertura del régimen, sosteniendo que “hasta que no se logren
definitivamente los objetivos de la Revolución Argentina no habrá desemboque
político”, y afirmando que no estaban dadas las condiciones y
la tranquilidad necesarias para levantar el estado de sitio. (67) Por
su parte, tras la segunda reestructuración ministerial de junio de 1969, el
sucesor de Costa Méndez, Juan Benedicto Martín, continuó con el sesgo de
occidentalismo heterodoxo que su antecesor evidenciara en la gira europea de
abril del mismo año. En enero de 1970, durante una comida que celebrara
en su honor la Asociación de Prensa Extranjera, Martín manifestó que “la
política exterior argentina es una política nacional, independiente, realista
y abierta a distintos niveles de colaboración con los países integrantes
del sistema internacional”. Señaló también que la Argentina había tenido
siempre “vocación universal” y que su gobierno estaba dispuesto
a “mantener vinculaciones económicas o científico-tecnológicas también con
países extracontinentales de otro signo ideológico, sobre la base del
respeto recíproco y de la exclusión de toda interferencia política(...)”.
(68) Incluso el canciller Martín anunció, hacia fines de abril de 1970, la
participación argentina como observador en el Movimiento de Países No
Alineados, en la Conferencia de Lusaka. (69) En lo que respecta al ámbito
subregional de la política exterior, la preocupación del
gobierno argentino por lo que los sectores nacionalistas consideraban
“avances brasileños” en la Cuenca del Plata llevó a la administración de
Onganía a crear, por la ley de Ministerios Nº 18.416, la Secretaría
de Estado de Recursos Hídricos, y a poner bajo su jurisdicción la Comisión
Nacional de la Cuenca del Plata La transferencia de dicha Comisión de
la Cancillería a la Secretaría de Recursos Hídricos, una “movida” de los
sectores nacionalistas, fue criticada por los medios liberales como La
Nación, que entendían que la primera debía depender del Palacio San
Martín. (70) El titular de dicha secretaría, Guillermo J. Cano, justificó
esta transferencia en razón de que “el 83 por ciento de nuestras aguas son
internacionales y a la vez nacionales, lo que fuerza a integrar
nuestra política fluvial internacional con la política hídrica interna,
que constituye la principal responsabilidad del organismo”. (71)
Pero Onganía no tendría oportunidad de tomar muchas más decisiones. El 28
de abril de 1970 el comandante en jefe del ejército Lanusse envió un
memorándum al presidente Onganía, expresando las inquietudes de los altos
mandos del ejército. Presentaba un tono crítico del cuadro general de la
situación argentina, y señalaba el fracaso de la política económica,
cuyos resultados se traducían en “la quiebra de la paz social, el
quebrantamiento de la pequeña y mediana industria; la desnacionalización de
empresas netamente argentinas; el sometimiento del país a
intereses financieros extranjeros; la crisis de la empresa agraria y el
estancamiento del desarrollo del país”. El memorándum mencionaba también la
“orientación antinacional en el campo económico, que no deja de impactar a
grandes sectores de la opinión”. (72) Un mes más tarde, el 27 de mayo de
1970 en Olivos tuvo lugar una reunión de los altos mandos del ejército
con el presidente Onganía, que fue calificada por el comandante en jefe
del ejército Lanusse, como “una gran catástrofe nacional”. En esta reunión,
las sospechas de corporativismo que recaían sobre el gobierno de Onganía
parecieron quedar confirmadas por su énfasis en dibujar nuevos organigramas y
cuadros de ordenamiento administrativo. Asimismo, la afirmación del
presidente respecto de que necesitaba 10 o 20 años para cumplir el plan
político confirmó las sospechas de los generales Lanusse, Eleodoro
Sánchez Lahoz y Alcides López Aufranc de que Onganía tenía un pensamiento
“corporativo fósil” alejado de la realidad, que quería perpetuarse en el
poder y no deseaba el retorno a la democracia. (73) Finalmente, se
produjo el secuestro del ex presidente general Pedro Eugenio Aramburu por
Montoneros el 29 de mayo de 1970, el mismo día en que el comandante
en jefe del ejército Lanusse pronunció el usual discurso en el día de su
arma, con un tono inequívocamente crítico hacia la gestión de Onganía, ya que
al referirse a los fines del proceso revolucionario, enfatizó “la oportuna
restitución a la ciudadanía del ejercicio pleno de sus derechos”. (74)
Por cierto, el secuestro -y posterior asesinato- del ex presidente
general Aramburu tuvo un profundo sentido político: Aramburu era visto por
una parte considerable del ejército como un posible
presidente constitucional que además contaría con el apoyo de los sectores
peronistas, con quienes el ex mandatario venía contactándose desde hacía
tiempo. Además, se rumoreaba que Aramburu planeaba la caída de Onganía
y su retorno al poder. De esta manera, cuando el primero fue secuestrado,
el presidente no pareció hacer esfuerzos por hallarlo, lo cual generó en
algunos sectores la sospecha de que Onganía estuviera complicado en el
secuestro. Más allá de conjeturas, lo cierto fue que el asesinato de Aramburu
abrió un abismo entre Onganía y el ejercito y cortó una
salida constitucional para el régimen. También marcó el inicio formal de
la modalidad subversiva en Argentina. (75) Tras el secuestro de Aramburu,
los acontecimientos se precipitaron rápidamente. El 2 de junio, el
gobierno implantó la pena de muerte para los actos terroristas y
secuestros de personas. Al día siguiente, en reclamo de mejoras salariales,
los obreros cordobeses ocuparon por la fuerza varias plantas de empresas
automotrices y privaron de la libertad a directivos, capataces y personal
jerárquico. En este contexto de creciente descontento, el día 5 se reunieron
los integrantes de la Junta de Comandantes en Jefe, y el 6 el
teniente general Lanusse se reunió con altos jefes del ejército en Campo
de Mayo. El 8 de junio Lanusse emitió un comunicado, afirmando que el
ejército no seguiría extendiendo un “cheque en blanco” al gobierno,
hecho que provocó su relevo por el presidente Onganía y que Lanusse se
negó a aceptar. (76) Quedó así en evidencia que Onganía ya no tenía más poder
sobre las fuerzas armadas. La Junta de Comandantes en Jefe, integrada por
el teniente general Lanusse, el almirante Pedro Gnavi y el brigadier general
Carlos Alberto Rey resolvió su destitución y asumió el mando. FUENTE: http://www.argentina-rree.com/14/14-001.htm
--- "Historia general de las relaciones exteriores de la República
Argentina" es una obra de autoría colectiva. El equipo que trabajó en su
realizacion estuvo integrado por dos directores, cuatro
colaboradores principales y ocho colaboradores secundarios.
Directores: . Andrés Cisneros . Carlos Escudé
Colaboradores principales: . Leonor Machinandiarena de Devoto .
Francisco Corigliano . Alejandro Corbacho . Ana
Margheritis
Investigadores asociados: . Kristin Ruggiero . Laura
Tedesco . Marisa González de Oleaga . Marina Carbajal . Rut
Diamint . Constanza González Navarro . Lara Manóvil . María Fernanda
Tuozzo . Sebastián Masana
EAF/2006.- http://www.geocities.com/eaf_underground http://www.geocities.com/eaf_iniciacion__,_._,___ |
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