En los días del
gobierno de Clinton, Albert Gore fue vicepresidente de EE.UU.. Luego
aspiró a la presidencia y “cayó derrotado” por George W. Bush, mediante un
fraude electoral del tamaño del universo. Hoy se muestra inquieto y muy
preocupado porque la administración Bush está estab
Ciudadanos
sud-coreanos protestando contra la visita de George Bush a Seúl, capital
del país y por la invasión de Irak. 20 de enero de
2005.
Foto Ahn Young
Joon.
leciendo “una
especie de dictadura sin fronteras” para una “guerra perpetua”. Conviene
prestarle atención. El miedo no es sonso.
Cuando la guerra de
Vietnam, uno de los graffiti que se leía en distintos lugares de EE.UU.
rezaba: “La guerra es un negocio. Invierta su hijo”, recuerda el
periodista, economista, investigador y docente, Julio Sevares en su libro
“El Capitalismo Criminal”. En pocas palabras: el imperialismo le tiene
preparada a toda la humanidad -a muy corto plazo- la instalación, a cómo
dé lugar -y con la miserable capitulación de Europa- de una dictadura sin
fronteras, comandada por la principal usina del crimen: la Casa Blanca, su
comunidad de negocios transnacionales y el Pentágono.
Invitado por la
American Constitution Society y la Liberty Coalition, Al Gore hizo un
discurso denunciando las sistemáticas violaciones de los Bush y compañía y
advirtió sobre “la falta de reacción” de gran parte de “la sociedad
norteamericana”.
Y puso el grito en
el cielo contra la administración Bush, porque -como sabemos- “espía a un
número impresionante de ciudadanos” y, también, “ha escuchado un gran
número de comunicaciones telefónicas, mensajes de correo electrónico y
otras comunicaciones por Internet dentro de Estados Unidos”. ¿Sólo dentro
de Estados Unidos? Se supone que una dictadura transnacional no tiene
límites.
Vale no olvidar que
la dictadura transnacional además de mentir -“pruebas” utilizadas para
invadir a Irak- y además de expandir el terror, conjuga a un mismo tiempo
el más impiadoso desarrollo de su comunidad de negocios. Así hizo en la
descuartizada Yugoslavia, por recordar tan sólo un caso cercano en el
tiempo. Entonces, como bien destaca Julio Sevares, “el funcionamiento de
esa red de negocios y complicidades es, sin duda, la apoteosis del
Capitalismo Criminal”.
Sigue Al Gore: “hace
poco supimos, a través de documentos recientemente desclasificados, luego
de cerca de 40 años, que la resolución del Golfo de Tonkín que autorizó la
trágica guerra de Vietnam se basaba de hecho en informaciones falsas”. Y
agrega: “El Presidente -refiriéndose a Bush- pretende que puede encarcelar
a cualquier ciudadano estadounidense -cualquier ciudadano norteamericano
que haya escogido- por tiempo indefinido, por el resto de su vida, sin
siquiera presentar una orden de detención, sin informarle de qué se le
acusa, sin siquiera informar a su familia que ha sido detenido… es algo
que debemos rechazar”. “La rama ejecutiva -Al Gore alude al Comandante en
Jefe de las Fuerzas Armadas de EE.UU., George W. Bush, y al resto de su
administración, o camarilla- ha invocado, asimismo, autoridad antes no
reconocida para maltratar a lo prisioneros bajo su responsabilidad de una
forma que constituye innegablemente tortura y que siempre ha sido tortura,
en una magnitud muy amplia, suficientemente documentada en las
instalaciones esta dounidenses situadas en diferentes países del
mundo”.
“Más de cien de las
personas cautivas han sido declaradas como fallecidas mientras eran
torturadas por miembros del poder ejecutivo”, denuncia el ex
vicepresidente de EE.UU.. Y “muchas otras han sido quebrantadas y
humilladas. Además, en la célebre prisión de Abu Ghraib los investigadores
que documentaron la ola de tortura calcularon que más del 90% de las
víctimas eran totalmente inocentes”, remacha Al Gore. En su discurso -de
poca o ninguna trascendencia mediática- formula una pregunta que se cae de
madura: “Si el presidente goza del poder orgánico de espiar mediante
escuchas a los ciudadanos estadounidenses sin una orden, de encarcelar a
los ciudadanos estadounidenses por iniciativa propia, de secuestrar, de
torturar, ¿qué es entonces lo que no puede hacer?”. Para el decano de la
facultad de derecho de Yale, Harold Koh, citado por Al Gore: “Si el
presidente tiene el poder de Comandante en Jefe para torturar, tiene
entonces el poder de cometer genocidios, de avalar la esclavitud, de
promover el apartheid y de ordenar ejecuciones sumarias”.
Otra vez, ninguna
novedad. Pero interesante. Denuncias de este tipo siempre fueron
atribuidas a las mentes calenturientas de la izquierda internacional. La
máquina de mentir y matar está en fuga hacia delante y pone en serio
riesgo, más temprano que tarde, la vida de la humanidad y el planeta. El
peligro de acercarnos a un futuro catastrófico no sólo ha crecido -tras la
ruptura de la “paridad nuclear” entre EE.UU. y la ya desaparecida Unión
Soviética-, sino que, dada la desesperación del imperio por apropiarse
cuanto antes de los recursos estratégicos del mundo, nos aproximamos al
peligro a máxima velocidad. Hay quienes sostienen que “en meses” podríamos
estar todos envueltos en un Hiroshima gigantesco. En la Hiroshima de 1945,
otro presidente de EE.UU., Harry Truman, aquél que dijo que Estados Unidos
no tiene amigos sino intereses, dispuso de las facultades suficientes para
aplicar toda la furia armamentística “en defensa de los Estados Unidos de
América”.
Recuerda John Saxe
Fernández, profesor de la Universidad Autónoma de México, que Truman
“concibió y usó el armamento atómico sobre el que tenía el monopolio, como
una demostración de poder ante la Unión Soviética y el mundo”. En lo que
define como “una forma de ejercicio de poder in extremis incorporado de
manera sistemática como parte y parcela no sólo de la estrategia militar y
de la diplomacia global de las potencias, sino también de la “seguridad
nacional” de la “Presidencia Imperial”. Y al igual que ahora con Bush la
Agencia de Inteligencia Terrorista -conocida por la sigla CIA- fue
autorizada por Truman a realizar operaciones encubiertas.
Al respecto, Saxe
Fernández publicó en febrero de este año, en “El Economista de Cuba”,
durante la celebración del “VIII Encuentro Internacional de Economistas
Sobre Globalización y Problemas del Desarrollo”, realizado en La Habana,
un artículo que en uno de sus párrafos dice: “Desde 1948 se
institucionalizó el terrorismo de Estado como parte y parcela de la
‘política exterior’, por medio de una comunicación secreta en la que
Truman le confirió a la CIA la ‘autorización de realizar operaciones
políticas encubiertas’.
Esta ordenanza,
secreta, ‘autoriza’ el uso del terror por medio de acciones de ‘sabotaje’.
Que incluye desde golpes de Estado hasta operaciones de asesinato e
intimidación contra los ‘enemigos’ actuales o potenciales de EUA y sus
intereses en el ‘teatro de operaciones’ respectivo, así como el uso de
ataques terrestres, aéreos y marítimos contra blancos ‘seleccionados’ por
el presidente que pueden incluir naciones con las cuales EE.UU. está en
paz, en violación del Derecho Constitucional y Penal y de un impresionante
cuerpo de leyes domésticas e internacionales.
Truman también
‘autorizó’ la ‘subversión’ y el recurrir a la mentira, de ser necesario”.
Para Luis M. García Cuñarro, del Centro de Estudios e Información de la
Defensa, de Cuba, “La Humanidad se encuentra inmersa en un proceso que
hemos dado en denominar ‘globalismo militar’ en el cual se combinan varios
factores. En primer lugar, el creciente uso y la amenaza de uso de la
fuerza militar para la solución de los problemas, sobre todo por parte del
gobierno de los Estados Unidos de América que lo ha convertido en
doctrina”. Cuñarro, quien sostiene que Estados Unidos es la “única
superpotencia política, económica y militar mundial”, resalta, con justas
razones, que la guerra siempre fue un “instrumento claro y disponible de
política para Estados Unidos”, pero que es ahora cuando, “como nunca
antes”, tiene “las manos sueltas, para utilizarlo según le convenga”. Para
ello, explica Cuñarro, “el gobierno de Estados Unidos gastó -en el período
2005/2006- un promedio anual de 531.500 millones de dólares” y se estima
que el próximo año esa cifra se elevará a “entre 550.000 millones y
600.000 millones de dólares”. O más, agregamos. Porque EE.UU. debe seguir
alimentando con armamento nuclear, entre otros, a la India, la niña mimada
de Bush y sus mandantes, en la estrategia de atacar a Irán, país de
grandes reservas de gas y petróleo, y, al mismo tiempo que alimenta a la
India, está obligado
dentro de su lógica guerrerista para la
dominación- a un mayor despliegue de amenazas y fuerzas, en procura de
mantener a raya a China, el gigante que ya no duerme. Volvamos a Al Gore,
quien -como tantos- nos recuerda a George Orwell en una definición que les
cabe como anillo al dedo a los guerreristas, a quienes comercian con la
muerte, a dóciles y cómplices políticos y a muchísimas personas
hipócritas; pero no, claro, a todos los hombres y mujeres de este mundo
como pretende el propio Orwell: “Todos somos capaces -dice- de creer cosas
que sabemos que son falsas y luego, cuando debemos finalmente admitir
nuestro error, deformar con impudicia los hechos para demostrar que
teníamos razón”. Sí, es verdad: EE.UU., como potencia imperialista, hace
de la afirmación de Orwell su filosofía de vida y pretende imponérsela,
mediante una cadena de genocidios, al resto de la humanidad. Para ello
deforma los hechos e intenta demostrarnos que tiene razón, a través de su
aparato ideológico mediático, su industria cultural de masas y el Complejo
Militar Industrial.